Las lecturas de este domingo nos llevan más profundamente al corazón del Adviento, esa temporada en la que la Iglesia sostiene la tensión entre el anhelo y la esperanza, entre lo que está roto y lo que Dios está sanando. Isaías anima a un pueblo cansado: “Fortalezcan las manos débiles y afiancen las rodillas vacilantes” (Isaías 35:3). Santiago hace eco de ese llamado y exhorta a la Iglesia primitiva a “afirmar el corazón” (Santiago 5:8) mientras esperan al Señor. En el Evangelio (Mateo 11:2–11), Jesús ofrece signos del Reino que ya está irrumpiendo en el mundo. Son buenas noticias para los pobres, sanación para los heridos y libertad para quienes están aplastados por sistemas de poder.
Para nosotros en Saint Francis Parish & Outreach en Augusta, estas Escrituras no flotan en el aire como poesía espiritual. Aterrizan firmemente en medio de nuestro ministerio con inmigrantes, refugiados, las personas pobres y aquellas que han sido silenciadas o maltratadas. El Adviento dice la verdad: el mundo está herido pero Dios está obrando en esas heridas.
Nuestra Señora de Guadalupe: Madre de los Marginados
Esta semana también honramos a Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de la Old Catholic Churches International. Su presencia nos recuerda que Dios suele revelar la verdad sagrada a través de quienes el mundo considera insignificantes. María no apareció a un noble, ni a una familia adinerada, ni a un obispo. Se apareció a Juan Diego, un hombre indígena que vivía bajo el peso de la colonización, la pobreza y el borrado cultural.
Su mensaje fue más que reconfortante. Fue disruptivo. Elevó a un pueblo cuya dignidad había sido negada y desafió a la Iglesia a escuchar las voces que con frecuencia había ignorado. Su Magnificat no es una canción de cuna dulce sino una declaración de la justicia de Dios:
- los soberbios dispersados
- los poderosos derribados
- los hambrientos saciados
Por eso sigue siendo un símbolo para los inmigrantes, los desplazados y todos los que anhelan un mundo moldeado por la misericordia en lugar del miedo.
Caminando con los Inmigrantes en un Clima de Hostilidad
Aquí en Georgia, los titulares nos recuerdan diariamente que nuestros vecinos inmigrantes viven bajo una presión creciente. La retórica política se vuelve más dura, las políticas más punitivas y las comunidades que ya cargan traumas son empujadas a una incertidumbre aún más profunda. Parte del lenguaje que aparece en nuestra conversación nacional refleja los mismos impulsos autoritarios que la Iglesia ha resistido en generaciones pasadas. Se vuelven a crear chivos expiatorios, se promueve la exclusión y se presentan seres humanos como amenazas en lugar de portadores de la imagen de Dios.
Como cristianos, no podemos fingir que no lo vemos. El ministerio de Jesús deja claro que quienes son empujados a los márgenes no son preocupaciones opcionales sino centrales para el Evangelio. Cuando describe los signos del Reino a los discípulos de Juan, comienza con esto: “a los pobres se les anuncia la buena noticia.”
Caminar con los inmigrantes no es una postura política.
Es una postura evangélica.
En Saint Francis, vemos la sacralidad de este llamado cada día. Conocemos familias que huyen de la violencia y la pobreza, personas trabajadoras que soportan largas horas por salarios que apenas alcanzan y niños que se adaptan con valentía a una nueva cultura mientras cargan pesares que ningún menor debería llevar. Recibimos de ellos más de lo que damos: resistencia, alegría, fe y un testimonio vivo de esperanza.
Decir No al Abuso y a la Normalización del Daño
El abuso, ya sea personal, político o estructural, prospera allí donde el silencio se vuelve norma. El Adviento desafía ese silencio. Insiste en que Dios no acepta la crueldad como algo inevitable. Las palabras de Jesús a Juan, “Bienaventurado el que no tropieza por causa de mí,” hablan del valor necesario para seguirle cuando la compasión se vuelve contracultural.
Decir no al abuso significa rechazar la normalización del lenguaje de odio hacia los inmigrantes. También significa resistir toda retórica que divide a las comunidades, que justifica el daño o que trata a las personas vulnerables como desechables. Asimismo significa apoyar a quienes sobreviven la violencia doméstica, la explotación laboral, la violencia estatal y todas las formas de maltrato. El Adviento nos llama no solo a esperar a Cristo sino a caminar en su camino ahora.
Una Palabra Final para Nuestra Comunidad
Al celebrar a Nuestra Señora de Guadalupe, recordemos que ella está con los pobres, los inmigrantes, los sobrevivientes y los silenciados. Nos recuerda que Dios ve a quienes la sociedad pasa por alto y que la ternura puede ser revolucionaria.
Sus palabras a Juan Diego resuenan hoy en nuestra parroquia:
“¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?”
Que esa seguridad fortalezca nuestras manos, firme nuestras rodillas y profundice nuestra determinación de caminar con el forastero, enfrentar la injusticia y proclamar esperanza en un mundo que la necesita con urgencia.
Pax et Bonum,
Obispo Greer